A cada joyero le ha tocado reinventarse, y sabemos que promover una idea innovadora no es algo fácil, pero Adolfo Courrier definitivamente ha cumplido la tarea
La competencia en Italia por ser el mejor joyero es algo palpable. Siendo la cuna de la industria, no hay menos que esperar. Entre grandes diamanteros, piezas incalculables en su costo, y joyería que solo alguien en una gala luciría, nos ha enamorado con su propuesta que va más allá del antiquísimo concepto de “joya”.
Anillos combinables, intercambiables y con presencia tanto diurna como nocturna, joyas únicas con personalidad chic, y colecciones que invitan a la mujer a sacarse de encima el prejuicio aquel de que “las joyas no son para todo el mundo”, pues esta moderna propuesta sí que lo es.
Tal como suele suceder en Italia, tanto Adolfo como Alessandra –quienes integran la marca-, vienen de una larga tradición familiar, pero como dicta ya la regla: en algún eslabón generacional, habrá un rebelde conquistando el mundo.
Combinando la joyería fina contemporánea con el arte de la cotidianidad, que permite usar algo esplendoroso, el concepto de Courrier nace de un punto de vista atípico y encantador del lujo, y en las que además cada una de sus colecciones tiene una historia divina.
Una de nuestras favoritas es “POP Collection”, la cual mezcla texturas y composición bajo una paleta de colores y un concepto inspirado en artistas como Andy Warhol o Roy Fox Lichtenstein –figuras icónicas del pop culture, donde vemos piedras preciosas y semi-preciosas, con esmaltes y metales. Considerando su idea y declaración, Adolfo Courrier ha sabido reinterpretar la belleza y la funcionalidad en un modo particular que encanta.